martes, 29 de diciembre de 2009

EL CORO DEL HOSPITAL DE LA PRINCESA EL DIA DE NOCHEBUENA


Cuando hace unas cuantas semanas, Carlos, nuestro Director nos planteó su intención de que el Coro cantase el día de Nochebuena para los pacientes hospitalizados planta por planta, pensé que era una excelente idea y que sería una hermosa experiencia, poder siquiera llevar unos minutos de distracción a los que por necesidad debían pasar estos días ingresados en el Hospital.

Al principio se dijo que al ser un día un poco especial, para pasar en familia y con tareas que hacer en casa, tal vez no fuéramos demasiados los que pudiésemos acercarnos, pero la intención era hermosa, y quizá, haciendo un pequeño esfuerzo, se podría contar con varios componentes de las diferentes cuerdas. Así se quedó, y fuimos haciendo las gestiones para llevar a cabo tan noble tarea. El tiempo fue pasando, y ya la fecha quedó incluida en la programación de conciertos que ofreceríamos estas fiestas de Navidad.

Como era de esperar, nuestra presentación en los conciertos del día 16 para los pacientes y amigos, y del 17, tras la entrega de las placas a los jubilados, en el Hospital, fueron colmadamente satisfactorios y nos llenaban de orgullo los comentarios de los asistentes, de cómo habíamos avanzado y mejorado desde el curso pasado. A Carlos solo había que mirarle la cara para entender que estaba razonablemente satisfecho.

Asimismo, los conciertos en las Iglesias de Pedrezuela y Húmera, fueron otra nueva experiencia, empezábamos a salir de nuestro cómodo entorno del Hospital y nos enfrentábamos a otro tipo de público. Reconocimientos en sus rostros y agradecidos aplausos nos llenaban también de satisfacción, tal vez recompensa a nuestra entrega más absoluta, y un poquito por el intenso frio que pasamos, ya que nos tocó en los días más gélidos que hemos tenido en lo que va de este incipiente invierno.

Pero llegó el día 24, Nochebuena, y primera y agradable sorpresa, a las cuatro de la tarde casi todo el Coro estaba concentrado en el hall del Hospital.

Iniciamos nuestra andadura desde la planta 10, nuestra intención era ir bajando hasta llegar a Urgencias en la planta -1. Ya en la “primera” planta, comenzaron a aparecer pacientes, acompañantes y compañeros, un halo de satisfacción empezó a inundar el ambiente, al comprobar cómo acogían nuestro gesto con entrañable agradecimiento.

Fuimos bajando planta a planta, cantando en algunas de ellas en el vestíbulo, al cual salían para vernos, en sillas de ruedas, con los sueros, incluso algún encamado, en otras cantamos apiñaditos en el pasillo para que todos nos pudieran escuchar, a alguien se le ocurrió traer una pequeña escalera para Carlos, a fin de que allí encaramado, todos pudiéramos verle dirigir, y fuimos comprobando como algunos pacientes nos acompañaban en nuestro recorrido, como otros se acercaban para darnos las gracias y felicitarnos la Navidad, como en otra planta una paciente cantaba con nosotros uno de los villancicos, como a algunos se les caía una lágrima, haciéndonos desviar la mirada para otro sitio ante la imposibilidad de cantar con un nudo en la garganta; en la antesala de espera de urgencias cantamos agrupados en filas y Carlos dirigiéndonos desde la escalera de subida a la otra planta; finalmente, en la planta baja cantamos en el hall de los ascensores, donde también se concentraron pacientes, familiares y el personal que pasaba por allí. Apenas nos habíamos dado cuenta del tiempo transcurrido, cerca de hora y media, incluso a algunos se nos hizo corto.

Verdaderamente difícil me es intentar explicar las maravillosas e inesperadas sensaciones que percibí en aquel “concierto” itinerante, ofrecido con el corazón; tratar de expresar los sentimientos de satisfacción, incluso de agradecimiento, por habérseme permitido de alguna manera, hacer llegar esos instantes quizá de alegría, o de entretenimiento, y que hayan hecho olvidar por unos momentos siquiera, a alguno de los pacientes el lugar donde se encontraban, que aún tengo la sensación que he recibido mucho más de lo que intenté ofrecer. Más aún, cuando al día siguiente, en la residencia donde se encuentra mi madre, afectada de Alzheimer, un pequeño coro, a semejanza del nuestro, también fue cantando villancicos a los residentes y acompañantes. Pude comprobar asimismo lo que se siente al otro lado.

Tal vez este sea el verdadero espíritu de la Navidad, repartir trocitos de pequeños instantes de felicidad a quien esté dispuesto a recibirlos.

Pepa Rivera Donoso

1 comentario:

  1. Pepa: En su punto todo lo que has escrito. No tiene desperdicio. No me atrevo ni a comentarlo por si rompo algo. Un abrazo. Matilde

    ResponderEliminar